Boda en els 4 vents
Amanece un soleado pero frío diez de Febrero.
Un persistente aire comparte protagonismo con nuestra pareja en un día marcado por nervios e ilusiones.
De blanco y negro, como los dados de un casino, con bastón y sombrero de copa aparece uno de los protagonistas del día, junto a él e igualmente ataviado el benjamín, con sus alborotados rizos reclama la atención de su padre y abuelos, juguetón y risueño, incapaz de permanecer quieto.
Ahora es ella quien saluda a aquellos familiares que llegan mientras está preparándose, mejillas sonrosadas, labios púrpura recién maquillados, vestida de blanco y carmesí recibe los halagos de cuantos observan con cariño sus gestos y aspecto.
Recorriendo un camino marcado por pelotas de básquet, encontramos las sillas dispuestas para los invitados, poco después una pequeña mesa hará las veces de altar, donde pronunciarán el “sí quiero”
La ceremonia transcurre divertida y amena, anécdotas y experiencias vividas, relatadas por aquellos que han sido cómplices de las mismas, emotivas palabras dichas desde el corazón hacen brotar lágrimas de emoción, todo forma un hermoso retablo de ensoñación.
Tras la entrega de los anillos, son los asistentes a la ceremonia los que estallan en aplausos, contentos y contagiados de la naturalidad y espontaneidad de nuestros protagonistas, unen sus voces para ofrecer un “viva los novios” al unísono.
Saludos efusivos, contagiosas risas y emocionados abrazos a la espera de su entrada triunfal, servilletas al aire forman una coreografía de bienvenida al banquete, donde compartir viandas, obsequios y bailes.
Anochece, las luces lentamente transforman planos en rincones cálidos y acogedores, donde habitan la imaginación y el ingenio, la fantasía y el pensamiento. Todo quedará en una experiencia, en un recuerdo vehemente desde el que valorar el punto de partida, sentir profundamente el presente para viajar unidos hacia el futuro.
Texto: Dolores Acedo