Nunca olvidaré la primera vez que cogí una cámara y me asomé por el visor. Al girar el anillo de enfoque, todo se volvió nítido ante mis ojos. Pensé: ¡increíble! Con esto puedo ver las cosas a mi manera, capturando mi visión única del mundo.
La fotografía me ha permitido expresarme y comunicar de formas que nunca imaginé. Aunque es esencial conocer las reglas, también es importante saber cuándo romperlas. En fotografía, como en la vida, sin riesgo no hay evolución. Esta máxima me ha ayudado a crecer tanto personal como profesionalmente.
Como soy impulsivo por naturaleza (muy impulsivo me atrevería a decir), cuando veo alguna situación que me atrae, disparo. Si pienso, lo pierdo. Encaja a la perfección en la sociedad actual, donde todo se mueve a velocidad de vértigo.
En los acontecimientos sociales suceden un sinfín de situaciones desbordantes, de sentimientos y emociones que no se pueden escapar, son irrepetibles. Una mirada de complicidad, una caricia a un ser querido… Cualquier momento maravilloso tiene que ser capturado para, posteriormente, abrir ese tarro lleno de recuerdos y volver a vivirlo.
Me gusta la gente, fotografiar su personalidad, mezclarme entre ellos, notar su calor, su olor, ver cómo sus músculos se tensan en un acontecimiento deportivo o sus ojos chisporrotean de felicidad en uno festivo: Soy cazador de esencias.
Intento entender la fotografía como una unidad, sin separar temáticas, aunque los conceptos sean distintos. La luz la que manda, hay que saber interpretarla y dejarla pasar a través del objetivo para que se convierta en una imagen única.
Hay otros momentos, al contrario, donde todo es más meditado y analizado. Asimismo, me apasiona la fotografía de naturaleza, de montaña, es un hábitat en el que me siento cómodo, en el estoy como pez en el agua.
La cámara, en definitiva, es casi una prolongación de mí, porque la conexión, cerebro, corazón y cámara ha de ser perfecta, las imágenes que se hacen desde el corazón son las que más transmiten. La fotografía me ayuda a entender cosas que, sin ella, jamás entendería.
Juan Muñoz