En un brillante día de sol se dieron el si quiero Carlos y Eila en El Celler de Can Torrens.
El día soñado amanece iluminado por un radiante sol; tras meses de preparativos, ilusiones y proyectos se harán realidad, compartiendo con familiares y amigos uno de los días más importantes de sus vidas, festejando el inicio de un camino común.
Sobre el carruaje tirado por hermosos caballos llega la novia, felíz e ilusionada, junto a su madre y padrino, radiante bajo la dorada luz de la calurosa tarde de verano, mientras, el novio espera nervioso verla aparecer.
Juntas las manos escuchan las cariñosas palabras que les dedican, haciendo derramar alguna que otra lágrima, suspirando para lograr contener la emoción del momento, tomando fuerzas para dar el sí quiero, acariciando con la mirada cada uno de los gestos que se dedican.
Rosas rojas y paraguas blancos foman un arco a través del cuál inician su andadura, pisando fuerte, con determinación y alegría, sabiendo que tendrán siempre su apoyo mútuo, que son dos personas unidas por el lazo más intenso y el sentimiento más puro, “ el amor”. Amor que se ofrece y llega al mismo tiempo, que alimenta el espíritu, haciendo de dos personas una sola, de una individualidad todo un ejercicio de comprensión y estímulo hacia el otro.
Toca festejar, entre risas y abrazos, todos juntos elevando al cielo los globos que se alejan mientras anochece; las débiles luces iluminan el jardín repleto de música y voces, de entusiastas conversaciones y buenos deseos.
Tras el pastel y el brindis toca bailar, broche final a un día inolvidable, a un sueño hecho realidad, a ilusiones transformadas en auténticos recuerdos.
Texto: Dolores Acedo